miércoles, 21 de septiembre de 2005

Literalmente detrás de las cámaras (segunda parte)

Dentro de los estudios de Mega nos hicimos partícipe de constantes filas. Di vuelta mi cabeza y en un mar de pequeños sólo observé la cara de Chapita que me miraba incrédulo y con un dejo de desorientación. Los mocosos que supuestamente estaban a mi cargo no se cansaban de decirme tío, quizás se tomaron muy en serio su papel. De hecho me atacaban con preguntas a cada instante como si yo fuera un experto en el programa, a lo que yo respondía con mentiras e inventos o como dirían algunos las llamadas mentiras blancas. Un tipo de jockey gorro detuvo a mi sección y dijo: “Ya... van a tener que esperar una hora adentro antes que empiece el programa. Y ojo, no se puede ir al baño”. Menos mal que había hecho mis necesidades, pero una pequeña que apenas sobrepasaba los cuatro años prefirió prevenir y le comentó a su mamá sus terribles ganas de “hacer pipi”.
-“Ya mijita... haga ahí no más”, dijo la abnegada madre.
-“No, porque me van a ver”, sostuvo la pequeña.
De esa forma me entrometí y en voz alta dije: “Ya chiquillos todos a darnos vueltas para no mirar”. Raramente me hicieron caso y ahí nos dimos vuelta todos. Parece que yo también me había tomado en serio mi papel de tío.
Seguíamos en interminables filas pero ya con Chapita a mi lado. Hasta que por fin nos escoltaron hasta las galerías del estudio de Mekano. Las luces ya estaban prendidas y auguraba que iba a ser una larga espera rodeado de un centenar de preadolescentes excitados por ver a sus ídolos sin talento. Nos instalaron en el ala derecha de la galería y optamos por sentarnos en la parte más alta de la instalación, si hubiéramos estado en el estadio nacional estaríamos bajo el marcador. Apoyados en una especie de respaldo Chapita me decía: “Es chica esta wea. En la tv se ve más grande”. “Ahahahahaha”, dije. Al cabo de una hora de espera y unas angustiantes ganas de fumar algún cigarro comencé a oír los caóticos gritos de los fans del programa.

Creo que me tuvieron que pegar en la mandíbula para cerrar mi boca cuando vi salir a las primeras integrantes del team mekano. Unas minas exquisitas con faldas pequeñitas que cubrían un 10% de su cuerpo. “Guaton... las weonas ricas. La cagaron”, dije a Chapita. “Si la dura”, confirmó el gordo. No quiero ser prejuicioso, pero me da lo mismo que sean huecas y superficiales pero cagado de la risa las paseo frente a mis amigos. Nunca falta el comentario machista. De igual manera las minas eras preciosas, todas las que movían frenéticamente sus cuerpos frente a nosotros lo hacían de una forma lasciva que nos incitaba a saltar encima de ellas. Lo malo que esas estupendas adolescentes no eran mi objetivo de investigación, sino que más bien mi estudio se dirigía a quienes se volvían locos con ella. ¿Me estaba pasando lo mismo?. Así me dediqué a observar reacciones de los niños que estaban a mi alrededor y a conversar un poco con ellos. Cualquier duda que tenía ellos me la aclaraban de forma inmediata y se notaba que gozaban con su estadía en el estudio de tv.
-¿Cómo se llama la de falda blanca?, pregunté.
-“Monty”, me dijo una pequeña.
-“Y la del escote pronunciado”, consulté.
-“Carolina. Pero ella igual es nueva”, me respondió mi fuente.
Pensaba: “En una buena conversación igual me podría engrupir a estas bailarinas”. Los guardias y encargados del público nos miraban sospechosamente y yo le decía a Chapita: “Weon... nos están mirando brigido”. “Si caché”, afirmó. Justo en ese instante una pequeña me dice: “Tío. ¿Me puede cuidar el chaleco?”. Obviamente accedí al momento, lo que me libró de la mirada inquisidora de los responsables de la galucha.

Seguía la historia de un bailarín que chocó, la vida y obra de un integrante del programa y un par de notas sin sentido. Entonces mi paciencia se acababa y las miradas a las bailarinas se agotaban, pero para peor nuestro respaldo había pasado a la historia, ya que unas muchachas se pararon atrás de nosotros obligándonos a ceder nuestro descanso. Además las luces comenzaron a hacer efecto en los agitados pequeños, que quizás por su edad no conocen el desodorante, pero por favor alguien adviértales que ya es hora de usarlo. Sus glándulas sudorosas trabajaban en su máxima expresión y el contorneo de brazos emanaba el hedor por encima de nuestras caras. Aburridos, cansados y con asco podría resumirse como los últimos 20 minutos del programa. Quería que terminara la transmisión e irme a comer pan con palta a mi casa, pero los bailes y canciones se imponían por sobre la demás programación. Descansaba mi vista en las piernas y movimientos de las bailarinas, que sacudían sus polleras mostrando sutilmente su diminuta ropa interior. Otras preferían los pantalones blancos que dejaban ver provocadores colaless. Pensaba: “¿Estos pendejos miraran de la misma forma que yo miro a estas bailarinas?”. “Yo cacho que si. Ya que a esa edad yo me fijaba en el poto de mis compañeras de básica”, concluí.

Javier, conductor del programa, a buena hora se despide de los televidentes. Lo que devolvió mi alegría al cuerpo y me deshice de los pendejos que estaban a mi cargo. Salí de los estudios y Chapita me dice: “Ricas las weonas”. “Eehehehehehe”, respondí.

miércoles, 14 de septiembre de 2005

Literalmente detrás de las cámaras

El grito, el grito, el grito”, pedía Marcelo cada vez que quería excitar a su infantil público. Todavía recuerdo cuando mamá me llevó a Cachureos. Jugaba con esos grandes y largos globos que regalaban en la entrada al programa, me sabía de memorias las canciones que cantaba “el cabezón”, lloraba con el malvado Tiburón y reía con el gracioso Sr. Lápiz. Pero todo tiene un fin. Ahora los niños cantan libidinosas canciones exportadas desde Puerto Rico, bailan al son de ritmos caribeños contorneando sus caderas, idolatran a jóvenes que muestran sus esbeltos cuerpos y ansían emular los cuerpos perfectos de las muchachas de la minifalda. Cuerpos perfectos que no sólo son el sueño de las niñas, ya que sin duda sus padres sueñan con tener esos cuerpos, pero tenerlos encimas o abajo de ellos. Eso es Mekano, el llamado recreo de la televisión chilena. Y al igual que Cachureos una experiencia que viví en cuerpo y alma, claro está que bajo otro prisma y una mirada mucho más profunda.

Mi nueva visita a un programa televisivo se dio en el marco de mi reportaje al público de televisión. Por eso decidí comenzar mi investigación viviendo empíricamente la sensación de estar en Mekano, de ser parte de su público, de estar tras las cámaras. Terminado mi almuerzo me instalé a ver el cotejo Villareal versus Manchester United por la Champions League, cuando de repente mi mirada se ve interrumpida por mi único cuaderno, mirada que a la larga fue la detonante reflexiva de mi proyecto reporteril. Entonces, sin preámbulo alguno contacté a algún personaje que me acompañara en la aventura y juntos emprendimos vuelo en busca del fenómeno juvenil. Chapita apañó y al bajar del microbús vimos una enorme fila de púberes niños que se retorcían bajo el sol, con el único fin de entrar a los estudios de Mega. Mi instinto me llevó a la cabeza de la fila donde vi una puerta de vidrio que decía: “empuje”, quise seguir el conducto regular e ingresé a la recepción del canal perteneciente al fascista Ricardo Claro. Planteé mi objetivo a las amables secretarias, pero sus delicadas palabras derrumbaron el horizonte a seguir. Al salir Chapita me dijo: “puta weon. Te dije que veníamos puro webiar. Yo sabía que no nos iban a dejar entrar”. A lo que respondí: “calmao´ weon. Igual vamos a entrar, sólo dame tiempo y un cigarro para pensar”. De mala forma y cabizbajo Chapita me pasó el cigarrillo. Después de dos sendas aspiradas, la ampolleta fue suministrada de electricidad. “Vamos guatón sígueme”, le dije a Chapita. Así que llegué al final de la fila y amistosamente entablé conversación con una pequeña Sub-15. La información proporcionada por la fans de Juan Pedro, tal como me lo confirmó su cintillo, no fue de la mejor y de hecho sus datos consumían más rápido que mi cigarro las aspiraciones por estar gritando al ritmo del reggeaton. Malas nubes se posaban sobre mis deseos por realizar un buen reportaje y para más remate me veía botando el humo de la última aspirada del cigarro que moría bajo mis pies.

Un fugaz catastro de la fila me daba por resultado que la amplia mayoría de sus componentes no sobrepasaban los 15 años de edad. Por eso, el ver a una mujer que rozaba la treintena una luz de esperanza iluminó mi andar. Chapita sumido en la derrota sólo se limitaba a observar como yo trataba de buscar la llave que nos permitiera abrir el cerrojo de Mekano. La chiquilla de las tres décadas se transformó en el objetivo a seguir e instintivamente me acerqué a ella. Acto seguido hablaba cordialmente con la mujer, mientras ella me miraba suspicazmente. Le expliqué mi problemática situación a lo que accedió sin reparo alguno. De hecho, el ojo de águila del narrador nunca falla, puesto que ella era una de las encargadas de llevar público al programa y después de un leve coqueteo me había ganado su simpatía. De esa manera, Chapita y yo nos mimetizaríamos con la masa enardecida de infantes que gritarían por sus ídolos juveniles. Al cabo de recabar jugosa información de nuestro boleto de entrada nos alistamos a camuflarnos en los nuevos groupies de siglo XXI. Cada uno se aseguró a un mocoso e inmediatamente entablamos lazos sanguíneos con los chicuelos, es decir, como por arte de magia nos transformamos en sus nuevos tíos. La ayuda proporcionada por la mujer nos cayó del cielo, y nos despedimos afectuosamente después de un intercambio de números telefónicos sazonado con la promesa de contactarnos nuevamente. Ahora había que sortear la valla impuesta por la seguridad del programa, pero nosotros sólo estábamos armados con un par de pendejos que actuarían como escudo y espada en nuestra odisea. Guardias vestidos de ternos nos miraron celosamente, pero de igual forma los dejamos en el camino. Cuando nuestros mocosos se nos perdieron me acerqué a Chapita y le dije: “¿Qué te dije guatón?. Yo sabía que íbamos a entrar a esta wea”. “Sí weon. Ahora a ver minitas ricas no más”, me respondió enfáticamente Chapita. “Guatón caliente”, pensé. Aunque el gordo no estaba muy alejado de la realidad.

-Continuará-

lunes, 12 de septiembre de 2005

Asunto: (ninguno)

Tengo tantos temas en la cabeza que no sé de cuál escribir. Mi idea era que el texto se escribiera sólo con el pasar de las palabras por enfrente de mis ojos, pensaba que se podía hilar una tesis o una historia por generación espontánea. Las dos y treinta dos de la mañana del día lunes y sigo despierto, sentado frente a la hoja en blanco virtual que mi amado y odiado computador me ofrece. Riéndome de mis lecturas obligatorias dominicales donde columnistas irónicos, ácidos, sarcásticos (no es lo mismo que irónico) hacen mantener pasivos a mis músculos faciales. Porque una vez leí que cuando alguien llora mueve la mayoría de los músculos presentes en la cara, en cambio cuando uno ríe sólo ejercita dos o tres. Entonces la enseñanza que nos deja esta oración mamona es que economicemos esfuerzos y minimicemos el movimiento de nuestro rostro. Cosa que va en contra de nuestra salud. Ya que es sabido que la falta de actividad física y sedentarismo es una de las principales causas de obesidad, sumado a esto una pésima alimentación. Y obviamente no queremos parecernos a la sociedad yankee (bueno... algunos si lo quieren hacer), una masa de personas obesa y con altas tasas de trastornos al corazón producto de su mala condición física. Hoy también leí que los niños de nuestro país (¿el país es de nosotros?) residentes en Puerto Montt o en alguna ciudad muy austral son los más gordos de Chile. Todo por vivir en un lugar donde el frío los conmina a quedarse resguardados dentro de sus calientes casas y pegados delante del televisor o la pantalla de computador con una rápida conexión a internet (¿alguien se sintió identificado?). Bueno por último que sean unos guatones que vean buena televisión y saquen provecho de la herramienta global de comunicación. Esperemos que no sólo vean las teleseries, los seudos programas juveniles donde sólo bailan y cantan, programas del corazón, noticias de mega o canal 13. Y ojalá que no sólo se dediquen a ver pornografía, hablar por messenger, navegar por los fotologs, descargar reggeaton o la música de rojo. Sólo recemos (¿yo rezar?). En todo caso yo también estoy gordo, como también muchos de mis amigos. ¿Qué nos habrá pasado?. Antes éramos tan buenos deportistas, no tan adictos a la cerveza, no se compraban películas tan baratas, no nos vemos sólo para beber... bueno... eso nos pasó. Anoche después de un ron dorado me acosté con la cabeza dando vueltas y no podía dormir tranquilo, porque pensaba en ese maldito ringtone de mi teléfono. Quería que sonara. Despertaba y veía si tenía alguna llamada perdida que mi estado de ebriedad no alcanzó a percibir. Sólo observaba los números plomos que me indicaban la hora. Antes de cerrar los ojos eran las 04:57, después fueron las 06:32, posteriormente vi que decían las 07:58, al rato observé las 09:12 y cuando por fin logro desprenderme de esa manía por tomar el celular suena el maldito artefacto (siempre quise utilizar la palabra “artefacto” en alguna oración, así me puedo asemejar a Nicanor. Suena tonto, lo sé). Contesté rápidamente y para mi mala fortuna era número equivocado. Voy a mantener en reserva la voz que deseo escuchar, esa misma voz que me prometió llamar y todavía no lo hace. Me carga esa mala costumbre que tenemos los chilenos de comprometernos con ciertos hechos y nunca los cumplimos. Lanzamos las palabras al aire confiándonos en que nuestro receptor es tan desmemoriado o descomprometido como nosotros. No nos importa en lo más mínimo la promesa pactada segundos antes y ésta se desvanece al instante que las palabras escapan de nuestra boca. En este punto me detuve a leer lo que llevo escrito y me doy cuenta que no tienen ningún hilo conductor lógico, son sólo las cosas que se me venían a la mente mientras iba escribiendo. Todos los temas que tenía pensado desarrollar pasaron a un segundo plano y se impuso la improvisación mental y absurda. De otra cosa que me di cuenta es que abuso mucho de los paréntesis y las preguntas. Maldito vicio mío ese. Chao pescado. No sabía que titulo poner en esta entrada, y se me ocurrió que quizás sería certero titular esto como “Asunto: (ninguno)”. Al igual que esos correos de hotmail en los cuales uno no pone el asunto a tratar en el mail, por lo tanto la configuración del servicio determina que el asunto es ninguno. Me siento mediocre al explicar el por qué titulé este texto de esa forma. Pero bueno lo titularé y listo. Me estoy dando cuenta que es demasiado difícil dejar de escribir cuando materializas las palabras que estás pensando sin ningún filtro alguno. Así que para mi será más sano dejar de escribir en este momento... ahora !.

sábado, 10 de septiembre de 2005

El imperio de lo mismo

Mismas caras, mismos temas, mismos sonidos, mismas risas, mismos códigos. Hannah Arendt enaltecía el valor de la otredad, es decir la característica de diferenciación de los sujetos. Pero no se refería a una disimilitud física, sino más bien al concepto de litigio que debe existir en una sociedad. Una lucha constante de formas de enfrentar la vida, por sobre un totalitarismo de la igualdad. A pesar, de que ésta misma rescataba la noción de “iguales”, pero asociado a la idea de hombres igualmente libres con la capacidad de participar. De todos modos y con gran pesar esta situación se está extinguiendo. El carácter diferenciador se desvanece encontrándonos todos sumidos en un afán por tratar de ser similares, por aspirar a compartir intereses y sentirnos iguales al otro, que a la larga no es otro, sino más bien el mismo. Tal escenario también se presenta en relaciones interpersonales de pequeños grupos. Donde los lazos se agotan al exprimir de manera indiscriminada los temas en cuestión y los puntos a tratar. Todos nos aburrimos de ver las mismas caras de siempre, de revivir los temas de la semana anterior y de reírnos con las mismas rutinas de humor. La improvisación se acaba y el resultado es la exposición de sandías caladas, o sea algo que seguro va a tener una buena aprobación. O quizás te obligues a ti mismo a preguntar cosas que realmente no te interesan y escuchar con fingida atención lo que es narrado. Es la única manera de darse cuenta lo monotemáticos que pueden ser los que te rodean, explotando hasta la última reserva de una conversación para no situarse en los terrenos inhóspitos de un silencio incomodo. Caer en el desgraciado juego de la rutina y el aburrimiento, donde nada es sorprendente ni novedoso corriendo el riesgo de ser aplastado por la muralla del acostumbramiento. Tratar de realizar las mismas actividades que, valga la redundancia, realiza el que está parado enfrente de ti. Y no por ambición personal sino sólo por tener tema. Hay que variar y escapar de esta trampa social globalizante que atrapa a todo el que se deja seducir por tan atractiva oferta de simplicidad. Huir del monologo cotidiano que disminuye día a día tu capacidad de sorpresa y el quiebre rutinario que oxigena tus maneras de vivir. Por eso no caeré en el juego básico de la normalidad y cortaré sus tenazas que ya han alcanzado a muchos de los que están a mí alrededor. Los expropió de su habilidad racional dejándolos sumidos en la contemplación de horizontes al alcance de la mano sin esfuerzo alguno. Es hora de escapar y mirar más allá de la planicie terrenal. Explorar confines abstractos y audibles que desarrollen tu forma de sorpresa, por sobre relatos que se cuelguen de tu cuello para hundirte en la oscuridad del mar común.

viernes, 9 de septiembre de 2005

Vendedor. Joven. Look alternativo

Las últimas gotas de las ya acostumbradas lluvias de fin de semana que atacan Santiago se dejaban caer en la contaminada capital. El vamos productivo de la semana amenazaba con teñirse de plomo para mojar a quién osara transitar por el gris capitalino. La alarma del teléfono sonó exactamente a las 6:30 de la mañana lo que daba inicio a los siete días de calendario. El humo del cigarrillo se mantenía suspendido más de lo normal producto de la humedad reinante en el ambiente y mi decisión por escoger el delgado poleron me remordía la conciencia. De igual forma, decidí mantenerme firme en el paradero a pesar del augurio negativo anunciado por las nubes. Tenía planificado estudiar camino a la Universidad, pero el aglutinamiento de personas ansiosas por llegar a su objetivo diario me obligaron a leer apoyado en un pilar. La suerte me ayudó a superar con creces el obstáculo académico impuesto por Del Villar y salí airoso de la prueba, así que el nuevo destino era providencia.

En el aviso del diario decía algo así cómo “se necesita vendedor. joven. look alternativo”, ¿qué diablos?. Camino a la dirección indicada me preguntaba a mi mismo cómo se podía definir un look alternativo. Creía que podría ser una vestimenta que escapara del canon impuesto, quizás algo parecido a la vapuleada y manoseada moda kitsch o un estilo similar al de Fernando Larraín. El asunto es que mi forma de vestir era muy disímil a lo que yo entendía por look alternativo. Aunque puede que ciertas marañas en mi pelo se acercaran al requisito del supuesto empleador. Como es sabido el tiempo no es mi compañero más fiel y por alguna u otra razón siempre juega en mi contra, por lo tanto llegué a la cita con casi una hora de atraso. Subí un par de escaleras sacadas de alguna película de bajo presupuesto española y de sopetón me encontré con lo que mi mente entendía como look alternativo. Nunca he sido muy crítico con la forma de vestir de los demás, de hecho es un tema que no me quita el sueño, pero esta vez al ser los demás mis potenciales rivales los miré a todos con una atención detallada. Los lentes de marcos gruesos y grandes cristales (la mayoría de plástico) eran la carta de presentación de los postulantes. Habían de todos los colores y todos los gustos, marcos de metal, de pvc, rojos, negros, fosforescentes, chillones, en fin una variedad incalculable de anteojos extravagantes. Era el sello que distinguía a cada aspirante por el empleo. Y ojo que todavía caían algunas gotas y no existía rayo solar alguno, pero las gafas se mantenían firmes encima de la nariz. Las zapatillas en su totalidad eran converse y también estaba toda la tienda presente, es decir la gama de colores completa de la colección. Pantalones que en general respondían a la tela adornados con líneas verticales que llegaban hasta el sueño. Pero sin duda el sujeto que llevada los pantalones de colegio se ganó el cetro. Y estoy seguro que ese mismo weon odió el usar pantalones durante la educación escolar, pero no, ahora para distinguirse de los demás se los calza de nuevo. El asunto capilar también merece su comentario, ya que el 80% de los peinados era como ver un video de Los Bunkers, Oasis, Lulú Jam o cualquier comercial setentero donde se ofreciera paté o pasta dental. Chasquillas cubrían los ojos de las chiquillas candidatas y pelo ordenadamente desordenado era la tónica de los varones. Pantyes de colores se dejaban ver por debajo de las faldas con vuelo de algunas de las postulantes a quitarme mi puesto de vendedor. Recorrían de arriba a abajo las piernas de las niñas donde las tonalidades, de nuevo, chillonas dominaban el estilo. No hay que dejar de mencionar que a algunas se les veían unas piernas exquisitas. Asimismo se podía distinguir a aquel que realizaba el tour del mercurio, o sea el recorrido que se planea el día anterior con la sección de avisos clasificados del periódico. A ese espécimen se le reconocía por esperar su turno pacientemente con un maletín en la mano y con terno. Él entendió mucho menos que yo eso del look alternativo. Sin embargo, hubo alguien que escapó de todos mis pronósticos. De pronto, llega un señor diario en mano preguntando por la dirección publicada en el aviso. Un caballero de alrededor 40-45 años que al parecer no leyó donde decía “joven”y sólo se fijó en el lugar donde debía presentarse. Él si que es alternativo. Según mi apreciación dejó chicos a todos los presentes opacando de manera avasalladora los anteojos, zapatillas, pantalones, peinados y el millar de accesorios con onda de los jóvenes que estábamos ahí. Yo me preguntaba “¿qué más alternativo que no ser joven y vestirse como cualquier tipo de 40 años, o sea zapatos negros, jeans y chaleco?”. El viejo nos había cagado a todos. Se merecía más que nadie ese trabajo.

Ya en la entrevista le pregunté al tipo que publicó el aviso que quería decir con look alternativo. A lo que me respondió que sólo buscaba a un weon normal, pero tampoco empaquetado, puesto que cada vez que pone un aviso de vendedor el ochenta por ciento de los postulantes se aparecen con terno. Y por eso había puesto look alternativo. Y yo el saco wea todavía sigo preguntándome... ¿qué chucha es look alternativo?.
Después de la entrevista hay otra historia, pero eso es harina de otro costal y material para una próxima entrada.

martes, 6 de septiembre de 2005

El jardín de Tomás (segunda parte)

Amaya, al igual que las demás, no estaba enterada del cultivo de Tomás y por esa razón se sentía con todo el derecho de cautivarlo enfrente de todos. Cosa que él rehusaba y trataba de eludir. Ella nunca vio nada en él y él nunca vio nada en ella, aparte de los chistes, tragos y quizás un pequeño grado de amistad. Pero un día en la oficina se realizó una pequeña reunión de esparcimiento. Victoria no estaba y Aurora desconocía la existencia de sus dos flores enemigas pero en cambio, Amaya sí sabía de la historia que Tomás mantenía con Aurora, pero no en su totalidad. Como es clásico en nuestro superhéroe el alcohol fue su principal aliados, es por eso que al amparo de unos vasos la conversación se centralizó en Amaya. Ella hizo confesiones muy fuertes, cosa que él agradeció mucho, así se limitó sólo a escucharla y mirarla a los ojos. Creía que era hora de irse a casa, inmediatamente la muchacha siguió sus pasos dejaron así a los colegas disfrutar de la fiesta. Tenía pensado escoltarla al taxi, pero ella tenía en su mente rondando otra cosa. Sin mediación alguna Amaya tomó la iniciativa y besó a Tomás. Él ni tonto ni perezoso respondió el ósculo con mucha pasión. De esa forma la idea del carro amarillo con negro quedó atrás y ella sólo pensaba en ser germinada. Adolescentemente se besaban en la calle buscando los lugares donde a esa hora la luz artificial no quebrara la armonía de la oscuridad. Nuestra flor prefería la radiación humana que emanaba su jardinero, pero también prefería la comodidad de un macetero. Por eso después de un par de horas y demasiados besos y manoseos estaban frente a la puerta, besándose y manoseándose. Una noche increíble en donde Amaya demostró estar más fértil que nunca, distribuyendo la buena mano de su jardinero y el cómo la forma en que éste la debía podar. Al despertar besó su frente y escapó sigilosamente, no sin antes dejar un mensaje en la mesa de noche de su mujer. Obviamente Tomás no le dio mucha importancia a aquel espectacular encuentro, ya que Amaya era flor de otro jardín. Por eso prefirieron mantenerlo bajo el manto del invernadero sin que nadie de la oficina se enterara, tal cual como Tomás gusta. Pero la fiesta de navidad que organizan en el trabajo fue la espada que él sintió en su pecho. Nuevamente Victoria se ausentó del jolgorio lo que prendió los instintos carnales del hombre de la regadora. Pero ella no quería escapar y vivir su aventura en el anonimato. Tomás estaba acorralado y cómo es regla general en la oficina no comentar lo que sucede en dicha parranda desenfundó su regadora y acicaló a su nueva flor. Hace un par de meses nuevamente cayó en las manos de ese capullito, pero lo que no esperaba es que ella le propusiera ser regada por dos manos y habitar dos tierras. Es decir, le propuso sólo ser un amante. Guau!. Le estaban pagando con la misma moneda, pero él es fiel a sus principios y afirma que él puede ser compartido por muchas flores, pero nunca dejaría que sus plantitas fueran cuidadas por otra persona. Así que optó por no seguir con esa florcilla. No obstante, la mantiene en el terreno que colinda con su jardín y de vez en cuando deja caer sus aguas en aquel territorio cada vez que la situación lo amerite, pero sin ninguna posibilidad de que Amaya participe en el arcoiris floral de Tomás. Por otro lado se encuentra Julieta una pequeña rosa que adorna su jardín. Una mujer de cinco pétalos que revuelve la vida y capta la mirada del protagonista. Sus colores siempre fueron muy bien cuidados, como así también nunca dejados en el olvido. Pero él se mostraba frío, nunca dejaba abierta el agua caliente, la regaba con cariño claro está, pero la tibiedad de su liquido nunca se dejo caer encima. Así Julieta entendió que Tomás sólo era su gran amigo con ventaja, su gran compañero de cama, su gran eterno amante. El tiempo pasaba pero la química se mantenía vigente y él veía conforme cómo crecía el tallo de la relación que mantenía con su rosada flor. Pero esta flor también quería sentir unicidad, o dicho en otras palabras quería gozar sólo de la luz de su jardinero. Quizás no de él, pero aspiraba a convertirse en la flor de siete colores que tanto buscó Ángel, es decir ser el horizonte de algún buscador de flores especiales. Y ella sin duda es una flor exótica, que sin duda a veces puede ser muy adictiva, pero tal como una droga muy placentera. De todas maneras se sigue cuidando a esa planta y cada vez que la ve, la dedicación de cariño y las palabras bonitas para que crezca sana ruedan por la tierra.

Tiempo atrás Tomás tiró semillas de otra especie a su terreno, todavía no han visto la luz solar, pero de igual forma él las sigue regando cada vez que puede, cosa que ya ha ocurrido muchas veces, aunque sus ramitas no hay germinado. Y hace muy poco adquirió una semillita nueva que aún no lanza a la tierra ni complace con su riego. Está esperando el momento preciso para decidirse verla crecer y engrosar su lindo arreglo floral. Tomás siempre se hace la misma pregunta: “Si Doña flor tuvo dos maridos... ¿Por qué Don Tomás no puede tener su jardín lleno de flores?”. Así que las Auroras, Victorias, Amayas, Julietas, Pamelas y Paulinas seguirán embecelliendo su jardín, y sus próximas flores engrosaran la paleta de colores de nuestro pintor-jardinero.

domingo, 4 de septiembre de 2005

Te ganaste el cielo

Imagino que para ti es un día especial, o quizás ese día llegó hace bastante tiempo y yo no estaba enterado. Pero de igual forma prefiero creer que hoy fue tu debut. Ya que después de pasar innumerables horas bajo el frío invernal tratando de rescatar una nota, al cabo de esperar infinidad de tiempo para obtener alguna declaración de cierto político, soportar diariamente indicaciones para acudir a los lugares más aburridos del país, al fin te recompensaron. Veías como tu colega de tribunales ya se había instalado en ese preciado asiento, como tenía la suerte de mirar fijamente la cámara que toma un primer plano de su cara, como se mostraba pulcra apoyando sus brazos en la mesa de plástico y tú todavía actuabas como carne de cañón en el departamento de prensa. Me imagino que envidiabas a aquellas señoritas del gremio que gozaban con ser sometida a estrictas sesiones de maquillaje por manos profesionales, mientras que tú armada con un miserito espejo te arreglabas sin ayuda alguna. Pero ten por seguro que cualquier tratamiento cosmético en ti está de más. Eres preciosa por antonomasia. Como señalé en mi declaración de amor las grúas televisivas te llevaron al canal estatal. Puede que la oferta de sueldo haya sido nada despreciable, o puede también que el motivo fue que te sentías relegada en la ahora estación de Piñera. De todas maneras los departamentos de prensa, de cualquier canal, se sienten dichosos de contar con tu presencia. Iluminas la vida de todos los periodistas cuando llegas despampanante al canal, tu luz refleja y llena de colores las noticias más dramáticas del país, si Moisés abrió el mar, en tu caso los escritorios y vasallos de la oficina se rindieron a los pies bajo tu sensual caminar. Y reitero, ojalá que hoy haya sido el día especial, por que por lo menos para mi así lo fue. Gigantesca fue mi sorpresa cuando después de muchos intentos por abrir los ojos encendí el televisor. Las elevadas dosis de ron y los infinitos vasos de whisky de la peor calidad invitaron a una maldita resaca a apoderarse de mi cabeza. A eso hay que sumarle aquel insoportable resfrío que ataca mi débil cuerpo. Y para rematar la desagradable amanecida, en realidad eran las 13:00, el frío dominical entraba por la puerta de mi pieza que mi mamá abrió para desalojar ese olor a bar de mala muerte que dominaba mis aposentos. Pero todo eso ya no existía cuando el “canal de todos los chilenos” se desplegaba frente a mis ojos y te vi. Pero mi regalo no fue verte reporteando en la calle, soportando la mirada lasciva de cualquier transeúnte, sino más bien te vi encerrada. Pero no estabas encerrada en helados salones donde aburridas conferencias de prensa son la tónica matutina. Estabas en tu nuevo reino, estabas como la conductora del noticiario. Desplazaste a la hermana de la intendenta de Santiago, muy bella también digámoslo; opacaste al simpático Juan José Lavín, relegaste a la estudiosa Mónica Pérez y te ganaste con creces tu puesto. Lucias un traje blanco que resaltaba su bello color de piel, los tonos morenos que se instalan en tu cuerpo sobresalían gracias a la alba chaqueta. Pelos ondulados caían juguetonamente por encima de tu hombro superándolo por escasos centímetros. Hermosa sonrisa blanca hacia contraste con aquellos pelos juguetones. Uf... y ese escote mujer. Vestías una blusa negra bajo la chaqueta color nieve provista así del escote justo y perfecto. No muy revelador, pero si jugando al límite con la sensualidad. Tus senos imploraban por escapar de esa celda textil, mejor dicho los que estábamos detrás de la pantalla éramos los que imploraban. Pero tenía que pasar desapercibido. No te mereces un bochorno en tu debut en las grandes ligas periodístico-televisivas. Las luces del estudio no brillaban tanto como tu desplante frente a la cámara, dialogabas con el espectador al momento que nos contabas la información. Tus ojos miraban fijamente mis ojos sin recriminarme que los míos estaban puestos en tu escote. Era como conversar con una muy buena amiga, escuchar atentamente lo que me cuentas sin emitir palabra alguna. Los gestos faciales cautivaban al espectador, los movimientos de cejas cuando enfatizabas determinado dato eran los movimientos de cejas dignos de una divinidad. Tus manos se mantenían serenas mientras sostenías los apuntes. El lenguaje kinésico me deslumbraba y enamoraba. Ya te ganaste el cielo. Los directores se dieron cuenta de tu talento escénico-periodístico-empático-seductor y te entregaron la jineta de capitán. Te mereces más que nadie ocupar el puesto de conductora, sobretodo el matinal. Porque verte todas las mañanas hacen que la jornada comience con una sonrisa en la cara. Hiciste que mi día domingo fuera mucho mejor y espero que sea así cada despertar. Orgulloso de ti y feliz por haber visto en vivo y en directo tu debut, espero que haya sido el debut. Y me gustaría escuchar la manoseada frase pero que hoy deseo con ansias escape de tu boca: “nos vemos mañana a la misma hora y en el mismo lugar”. Vero... te ganaste el cielo.

jueves, 1 de septiembre de 2005

El jardín de Tomás (primera parte)

Según afirma Tim Burton en “El gran pez” la única forma de atrapar a una mujer estupenda es con una alianza. Es decir, te puedes quedar con la musa de tus sueños sólo ofreciendo compromiso. Pero Tomás no sabía eso. Tomás nunca había visto esa película y además amaba su libertad. De hecho una de sus frases favoritas es: “nunca voy a amar a alguien más de lo que me amo yo”. También hay que poner en carpeta que Tomás fue, es y será un picaflor. Un ave que prefiere revolotear en todas las flores y volar libremente sin atarse con algún capullito. Contaba con un inmenso jardín que él mismo se encargaba de regar afanosa y pasionalmente, y por qué no decirlo, también cariñosamente. Nunca brindó atención especial a determinada flor, ya que según él, las demás se podían poner celosas. A pesar de que cada una de ellas estaba celosamente guardada en invernaderos personales. Todas ellas pensaban que eran exclusivas. Aurora siempre tuvo suspicacias en la actitud de Tomás. Cada palabra que éste emitía era analizada minuciosamente por la muchacha otorgándole sólo un cincuenta por ciento de credibilidad. Además, los agentes externos fueron cruciales para hacer de la desconfianza la tónica de la relación. Donde los dichos de los demás tenían más peso que los sentimientos transformados en oración que Tomás le recitaba a Aurora. Ella lo pasaba bien con él, los momentos que compartieron fueron inolvidables, todas las veces que se conectaron están guardadas en los más atesorados recuerdos de Tomás. Tristemente la fobia a las ataduras que tiene Tomás le pasó la cuenta. Ella se aburrió de no contar con los rayos solares diarios que fortalecieran la relación. Su proceso de fotosíntesis quedó a medio camino por la sombra desafectiva de Tomás. Sin embargo, aquella flor siempre necesitará los rayos solares y las nuevas tonalidades que conoció con Tomás, y esos colores quedarán impregnados en sus pétalos independientemente de la mano que la riegue. Por otra parte, Victoria vio en Tomás sólo un buen amigo. Era el típico compañero de trabajo que siempre estaba ahí, aquel con el cuál aprovechaba la hora de colación, el mismo al que acudía cuando no quería fumar sola a escondidas del gruñón jefe. Tomás sentía lo mismo, de hecho muchas veces la aconsejó en su antigua relación. Pero nunca se vieron de verdad con unas cuantas copas encima. Ahí ardió Troya. El feeling amigable mutó hacía una química carnal. No importaba que ambos estuvieran con otras personas, todo pasaba al olvido y disfrutaban el momento. Un sin fin de bares y los lugares más recónditos de la oficina fueron testigos de la aventura. Paredes silenciadas por los constantes encuentros fríamente programados y apaciguadas por los grados de alcohol reinantes en el cuerpo. Una flor que se nutría con tragos como si fueran sanas lluvias primaverales. Hasta que Victoria cortó por lo sano y acabó su ya viciada relación. Tomás fue una de las razones que la llevaron a tomar esta drástica decisión, pero lamentablemente para ella su adorado jardinero no tenía una proyección en su compañía. Así comenzaron las reiteradas preguntas sobre lo qué estaba haciendo y qué significaba ella para Tomás. Interrogatorios que a él lo molestaban y de paso lo incomodaban pero que sabía evadir hábilmente. Su segunda flor también se cansó de esperar. Necesitaba sentirse protegida por Tomás. Ansiaba gritar a los cuatro vientos lo que ella sentía por su gran amigo y amante. Amenazaba a Tomás con contar todo lo referente a ellos a su círculo más cercano de amistades, cosa que a él lo asustaba de sobremanera, ya que siempre vio en Victoria una mujer a la cual él no estaba dispuesto a entregarse. Esa flor se marchitó y poco a poco sus pétalos de romanticismo yacían en la tierra que albergó el crecimiento de la supuesta relación. De igual forma, Tomás continúa cuidando esa planta aunque con menos interés de ella por ser acicalada. Ya no se entrega tan fácilmente a las manos de podador que Tomás le puede ofrecer, todo por no ser arrancada de una vez por todas y adornar día tras día el bolsillo de la chaqueta de Tomás. Ya que él prefiere no mostrar sus flores al mundo, como así tampoco dedicarle carácter exclusivo a alguna de ellas.