martes, 14 de noviembre de 2006

Asesinato visceral

Como era costumbre Maria Elena y Luis Antonio se despertaron temprano para salir a trabajar. La pareja que lleva 20 años juntos y siete hijos a cuestas parten a limpiar las cebollas del fundo en el que trabajan.

Maria Elena camina nerviosa junto a Luis Antonio. La tensión se respira en el ambiente. En su cuerpo todavía viven los rastros de la última golpiza que le propinó su pareja. Los celos enfermizos de Luis Antonio otra vez le pasaron la cuenta. Maria Elena avanza por los campos con el miedo de recibir nuevamente golpes y patadas.


Llegan a limpiar las cebollas que se encuentran cubiertas de tierra. El rocío matutino formó una capa barrosa en las hortalizas que limpian esmeradamente. El silencio de la labor agrícola se ve interrumpido por las recriminaciones por parte de Luis Antonio. Maria Elena soporta dignamente las acusaciones de infidelidad que recaen sobre ella. Hasta que las palabras comienzan a subir de tono.

Los gritos ya no son unilaterales. Comienza una discusión que empaña la tranquilidad y la armonía mañanera campestre. Luis Antonio dice haberla visto con un hombre más joven, mientras ella niega toda acusación. Después de tantos insultos y acusaciones deciden parar la pelea. Maria Elena se dedica afanosamente a seguir limpiando las cebollas. Incluso, se aleja un poco de su pareja para tratar de calmar los ánimos.

Luis Antonio al ver a su mujer tan concentrada en su trabajo planea una acción macabra. Con su mano derecha toma una piedra de gran tamaño y se acerca sigilosamente por la espalda de Maria Elena. Sin dudar un segundo golpea fuertemente la cabeza de su pareja con la piedra, tiñéndola de sangre inmediatamente. Ella se va de bruces contra la tierra cayendo muerta enseguida.

El hombre fuera de si bota el pedrusco y coge un azadón. Con la herramienta da vuelta el cadáver de Maria Elena para comenzar a desmembrarlo. Saca las vísceras de la mujer dejándolas al lado del cuerpo. Posteriormente, esconde lo que queda de su víctima en un saco y lo bota en un canal de regadío cercano, interrumpiendo el paso del agua. Luis Antonio se convirtió en un asesino.


El agua de la acequia le sirve para lavar el arma homicida. Con la misma frialdad con que cometió el delito Luis Antonio continúa con su trabajo. Cuando el sol se deja caer el hombre decide regresar a casa. Toma la mochila de su mujer y emprende rumbo hacia su hogar. Al verlo llegar solo dos de sus hijos preguntan por su madre. El hombre les responde que ella viajó inesperadamente al sur. Los niños no creen la versión de su padre y van donde el dueño del fundo para informarle de la situación.

El patrón de Luis Antonio, enterado de las continuas peleas de la pareja, comienza esa misma noche la búsqueda de Maria Elena. Luis Antonio, que ignora de las pesquisas, duerme placidamente en su casa, mientras la cuadrilla recorre los campos de cebollas hasta el amanecer. Cuando el astro rey se pone en lo alto descubren el cuerpo mutilado de la mujer.

Ante tal hallazgo, el dueño del fundo manda a llamar de inmediato a Luis Antonio. Le enrostra el asesinato de su mujer. Luis Antonio lo niega, pero levanta su cabeza, mira a los ojos a su patrón y dice: “Patrón fui yo, yo lo hice”.

martes, 7 de noviembre de 2006

100 + 2 = 102

Cuando comencé con el blog nunca imaginé que llegaría a escribir 100 entradas. Es más, nunca me planteé como meta llegar al centenar de textos. Al ver como se sucedían las entradas unas tras otras me dije a mí mismo: "Mismo. La entrada número 100 sólo será un número 100 y nada más". Eso era todo. ¿Por qué?. No lo sé.

Ahora me doy cuenta que escribo la entrada número 102 y la entrada número 100 nunca llevó por título: "100". Pero como la vida continúa después del 100 y las cifras son infinitas, todavía hay tiempo.

jueves, 2 de noviembre de 2006

Ahora con ticket

Me faltaría plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro y ver unos cuantos grupos más. Lo bueno que día a día la lista se acorta más. Un momento que esperé desde el minuto en que el guardia no se apiadó y me dejó afuera. Vi como la gente ingresaba feliz por las puertas del entonces Teatro Caupolican, mientras mordía la rabia por devolverme a casa. Pero 11 años después están de vuelta.

Al grupo lo conocí como la primera y más famosa banda rap de color blanco. Algo insólito para una música que provenía principalmente de la cultura afro-americana. Pero ellos son hijos de Nueva York y tuvieron la oportunidad de nutrirse de las raíces de los 5 barrios de la gran manzana. Incluso, se lo retribuyeron cuando publicaron To the 5 Boroughs.

Tuvieron su época de coqueteo con el hardcore, lo que sin duda, los ayudó en la interpretación de baterías, guitarras y bajos. Cosa que siempre se agradece. Música que no fue hecha por mero capricho, ya que se reconoce sutileza y dedicación en los sonidos más pesados de la banda.

Posteriormente se sumergieron de lleno en las profundas aguas del rap. Y de que forma lo hicieron. Discos como Licensed to Ill, Check your head, Ill comunication facilmente clasificarían en los registros sonoros más exquisitos de la historia.

Con toda esa información en mi cabeza acudí ansioso al Teatro Caupolican. Corría 1995 y yo tenía púberes 13 años. Pretendía pasar por el cabro chico simpático para ingresar sin ticket al concierto. Pero la mano dictatorial de un guardia frenó la ilusión de ver en vivo a uno de los grupos que marcarían mi formación musical. Supliqué que me dejaran entrar gratis al show, hasta que el rotundo NO de los guardias me hizo vacilar. Llegué a inventar que venía del sur para ver el concierto y que se me había perdido la entrada. Ni eso pudo doblar la mano de los tipos de la puerta.

Cabizbajo y con una pena tremenda me devolvía a casa. Sin embargo, logré despegar un afiche que promocionaba su venida. Posters que se mantuvo por años en una pared de mi pieza hasta que el tiempo lo terminó por desgastar. Había quedado con esa bala pasada. Creí perder la única oportunidad de verlos en vivo. Suspiraba tranquilo cuando editaban nuevos disco, puesto que eso significaba que no pensaban disolverse. De todas formas, el bicho de la separación se mantenía rondando en mi cabeza.


Hasta que supe de la noticia. Escuché que visitarían Buenos Aires en el marco del BUE 2006. Inmediatamente las posibilidades de que pisaran nuevamente territorio chileno se transformaban en realidad. Días después ya era un hecho. Eran número fijo en la edición 2006 del SUE.

Mi labor como periodista quizás me llevaría a conocerlos en vivo y eso acrecentaba más mi ansiedad e ilusión. Pero ni siquiera credenciales pude obtener. Luché hasta el último momento para hacerme de una acreditación que asegurará mi presencia en el concierto. No se pudo. Ni ahí. Si había que pagar, se pagaba. Días atrás desembolsé dinero para recibir en mis manos el ticket que me instalaría en el show. Una entrada que guardo con recelo. Daba lo mismo si no pagaba por ir a un concierto desde hace 4 años, cualquier dinero sería mínimo para tal acontecimiento.

Y el sábado se cumple el sueño. Los 11 años de espera llegan a su fin. Por fin tendré el privilegio de ver en vivo y en directo a Beastie Boys. Mike D, MCA, Adrock y Mix Master Mike darán lo mejor de si mismos para satisfacer al público chileno. Ojalá que este año los guardias sean piadosos y no dejen afuera a ningún niño con ganas de ver buena música.