domingo, 29 de octubre de 2006

Noche de equivocaciones


Sabía que sería una noche de equivocaciones. Lo tenía claro. Primero: me iba a juntar con el rey de las equivocaciones a.k.a. Vasayr. Segundo: teníamos demasiados carretes para regodearnos. Tercero: la misión era emborracharse. Cuarto: estamos sumamente equivocados.

De partida Vasayr se quería juntar a las 20:00 horas para la previa. Esa era la primera equivocación. Menos mal que no accedí a tal petición. Así que la cosa era juntarse a las 23:00 para comenzar la noche. Plaza Italia era el lugar del encuentro.

Comenzaríamos con unas inofensivas cervezas en algún sucucho del barrio Bellavista. Pero no. Propuse la idea de comprar un ron y caminar tranquilamente a la primera parada de la noche. Como íbamos con tiempo de sobra decidimos disfrutar del brebaje en un banco del Parque Forestal. Esa sí que fue la primera equivocación de la noche. Mientras bebíamos y conversábamos tranquilamente giro mi cabeza y veo un automóvil verde con blanco. “Vasayr los pacos weón. Bota el copete, bota el copete”. Alcanzamos a botar el trago de nuestros vasos pero las botellas encima del asiento nos delataban. El auto se paró enfrente de nosotros para pillarnos in fraganti con el alcohol. Pensé: “Conchesumadre.. cagamos”. No nos quedó otra que asumir nuestra falta con los señores de verde, ya que nos ahorrábamos palabras tratando de explicar a quien tiene serios problemas de coeficiente intelectual. Nos revisaron y no encontraron nada, salvo el copete. Botaron el ron frente a nuestros ojos. Menos mal que los pacos sentaron cabeza y nos dejaron en libertad al tirar el trago al suelo. Nos dejaron sólo con la bebida. Apenas nos soltaron acudimos a una botillería a comprar otro ron, ni cagando nos quedábamos con las ganas de alcoholizarnos.

Llegamos al primer carrete donde habían algunos especimenes de la raza flayte. Ya se olía algo mal. De igual forma había minas ricas, así que eso compensaba lo anterior. Quizás las dosis de reggeaton opacaron la música, pero por último veías como las minas ricas se movían como perras en celo –Ojo, que no lo digo en forma despectiva-. Vueltas por aquí, vueltas por acá. Ya medio ebrio bailé con una chiquilla que estaba bastante buena, pero nuevamente el reggeaton funó mi plan de seducción. Para la otra será señorita. De pronto veo que el rey de las equivocaciones estaba haciendo freestyle, así que llego para oficiarlas de animador de las improvisadas batallas de freestyle. Después de unas encarnizadas luchas de palabras florecieron unas encarnizadas luchas de puños y patadas. Volvimos al bailoteo oficial y vemos como una sarta de idiotas comienzan a golpearse. “Vayámonos... se puso flayte el carrete”. Cuando el reloj marcaba las 04:30 AM emprendimos rumbo a Maipú. Así de equivocados estábamos.

En plena Alameda nos subimos a una micro con dirección al carrete de Insano. Mal que mal nuestro amigo se nos va a Colombia a competir. Nos subimos al transporte público y nos encontramos con 4 chiquillas bien felices. Como estábamos borrachos prendimos con agua. Puede que no fueran muy agraciadas las niñas, pero a esa hora y con el nivel de alcohol en el cuerpo daba lo mismo. Los flirteos se sucedían unos tras otros. Incluso mis amigos de aquella noche me acusaron de caer en las redes de una de esas señoritas. Lo niego, pero a decir verdad no pongo mis manos al fuego ni siquiera por mí. Así que omito cualquier comentario sobre dicho episodio.

Y llegamos a Maipú. Más perdidos que monja en orgía –aunque no es mala idea-. En base a celulares caminamos más que Kung-Fu y llegamos al carrete tipo 05:15 AM. Allá seguían con la celebración a la cual nos unimos. Algo que para mí duró poco ya que a los 15 minutos dormía placenteramente en una silla. Me despertaron y escuché: “Ya Zonoron... vamos”. Asentí con la cabeza. Nuevamente caminamos más que Forrest Gump. En el camino al paradero Vasayr se detiene, mira una flor y dice: “Ohohoho... le llevaré esta flor a papet”. Podría sonar gay, pero más que gay suena desquiciado. Porque papet no es hombre, ni siquiera es una persona... papet es un perro. Rey de las equivocaciones. Con flor en la mano llegamos a tomar la micro. Obviamente no sabíamos dónde estábamos parados así que esperábamos cualquiera que nos acercara a algún lugar conocido. Sólo había un inconveniente: éramos tres y teníamos 400 pesos. De pronto veo que las 430, micro que me deja en la esquina de mi casa, pasa por la esquina del frente. Corrimos raudamente para alcanzarla. Mientras corríamos le digo a Vasayr: “Weón... tengo 4 gambas. Dile vo”. “Dale, yo le digo”, me responde. Le paso el dinero, hace parar la micro, el chofer abre la puerta y este weón le dice: “Disculpe. ¿Nos puede llevar por 400 pesos y una flor?”. El conductor mira sorprendido, desliza una sonrisa y nos dice: “Ya súbanse”.

Al fin y al cabo Vasayr no le entregó la flor al micrero y se la llevó a papet. Fue la frase de oro para terminar una noche de equivocaciones.

martes, 17 de octubre de 2006

Prácticamente una oferta




Para todos los estudiantes de educación superior las prácticas son un paso más en el desarrollo profesional. Una etapa de aprendizaje y –como su nombre lo indica- de práctica de lo adquirido en las aulas.

En mi odiada/amada carrera de periodismo el beneficio económico de las prácticas es nefasto. La llamada “ayuda” que entregan los medios de comunicación y/o empresas es casi nula. A pesar de que muchas veces los conglomerados exprimen hasta la última gota de sudor del sacrificado estudiante.

Actualmente, la idea de realizar la práctica en mi generación periodística es un tema preocupante entre mis colegas. De todas formas, los ofrecimientos por contar con el talento de mi escuela no escasean en mi universidad. Todos los canales de televisión, todas la radios, todos los periódicos o revistas, y muchísimas empresas escriben a las autoridades de mi carrera para solicitar los diamantes en bruto. No por nada, de mi escuela egresan los mejores periodistas del país. –Lugar para ser petulante-.



Pero ayer vi algo que superó mi imaginación. Y ojo, que mi imaginación tiene límites insospechados. Aunque, si robara las palabras de Roberto Bolaño, la cosa no es tener imaginación, sino buena memoria. Pero eso es otro tema. Ayer vi una escena que me sorprendió. Caminaba tranquilo por los pasillos de mi escuela buscando un lugar abierto para encender un cigarro y al levantar mi vista vi un hecho insólito. Cuatro piernas larguísimas que escapaban de unas ajustadas minifaldas verdes para terminar en unos tacos agujas color blanco. El humo del cigarro que por un momento nubló mi vista dejó espacio para disfrutar de aquella alucinación. Un segundo aire me hace advertir que ese par de piernas maravillosas pertenecían a dos más lindísimas promotoras. Pero eso no es lo extraño.

El color verde de sus diminutas minifaldas y las blusas blancas que luchaban por no dejar escapar un pecho las hacía similares a las promotoras de Falabella. Pero no era así. Atrás de las preciosas chicas logro reconocer un plasma de alrededor 50 pulgadas que repasaba una y otra vez un spot. La sorpresa fue mayor al divisar un logo de una estación televisiva. Mega, el canal perteneciente a Ricardo Claro, llegaba a ofrecer prácticas alumnos de la escuela de periodismo de la Universidad de Chile. What that fuck? Era como ver a Bush en la plaza de la revolución. Era como ver a un hincha de la U lleno de trofeos. Era como ver a un cristiano inteligente.

La peor estación televisiva del país llegaba a la universidad más emblemática de Chile a buscar periodistas. A pesar de ser ideológicamente diferentes... ¿igual nos necesitan?. Como dije anteriormente, el stand de Mega se componía de dos bellas promotoras y dos cazatalentos. Dicho canal llegaba con toda su oferta publicitaria a enganchar a ingenuos periodistas. Cargados con falsas promesas y con formatos preconfigurados a ofrecer ilusas oportunidades de innovación profesional. Además, de un sesgado tratamiento noticioso.

El contingente de Mega sólo alcanzó a estar 1 hora y media en mi escuela. El poco entusiasmo mostrado por mis compañeros los llevó a darse cuenta que estaban cagando fuera del tiesto. O como diría mi profesor de Cine: “regar fuera del macetero”. Los bajos puntos de rating, en un lenguaje acorde a Mega, acortó sus tiempo de ofertón en la escuela.

Obviamente, no faltaron los cándidos que cayeron en las redes de la publicidad. Ya que como es sabido, la publicidad no es sinónimo de calidad. Pero creo que se acercaron por curiosidad y por la calentura de ver a los bombones de faldita verde. Para mi consuelo, los inocentes fueron los menos.

Respiré tranquilo al ver que todavía queda un reducto de enseñanza periodística con principios. Y respire por segunda vez más tranquilo al saber que pertenezco y soy parte de esa isla en el mar de ignorancia.

Espero que los apuros económicos no me lleven a recibir un frío y asqueroso escupitajo.

domingo, 15 de octubre de 2006

Pegado a tu piel



Los días lunes mis clases comienzan a las 10:15, pero es muy común que todas las mañanas los bostezos se sucedan unos tras otros. Y todo porque me quedo dormido casi a las 03:00 y me tengo que levantar a las 06:30, lo que se traduce en sólo 3 horas y media de sueño. ¿Quién tiene la culpa?. Varios son los factores que inciden en el poco dormir, pero hay uno que carga con la mayor de las culpas. Miami Ink.

Mi fanatismo por Miami Ink se delató por si sólo. Bostezos, pocas horas de sueño, materia inconclusa o cualquier otra cosa. Pero no. Ahí estaba esperando que fueran las 02:00 para disfrutar de uno de mis programas favoritos.

¿Qué puede tener de entretenido ver a un montón de tatuadores?. A simple vista es más divertido ver el apareamiento de los rinocerontes que observar la perpetuidad de dibujos en la piel de desconocidos.

El programa cae en la categoría de reality shows. Pero no se busca al mejor tatuador, ni tampoco se compite por algún suculento premio por las habilidades tatuadoras. Es la historia real –realidad entendida en términos televisivos- de 4 sujetos que instalaron su local de tatuajes en Miami. Un cuarteto de elite en lo que se refiere a tatuajes, acompañados de un aprendiz que día a día se esfuerza por manejar las mejores técnicas de sus maestros.

En su negocio reciben a todos aquellos que quieran marcarse la piel, desde los tatuajes más clásicos hasta los mayores retos para el contingente de tatuadores. Cabe destacar que los 4 sujetos son los mejores en su clase, es decir, tatúan con una precisión envidiable y el talento desborda la tinta.

Han realizado verdaderas obras de arte en la piel de sus clientes y han superado los desafíos más grandes en los cuales se han visto comprometidos. En la hora que dura el programa recorren los diferentes tatuajes que deben realizar, mezclado con el diario vivir de sus protagonistas. La afición de Ami por los autos clásicos y su profesionalidad, el vicio que tiene Núñez por las zapatillas –el 70% de su sueldo lo gasta en zapatillas-, la trayectoria de Garver o el aprendizaje de Yoji.

Cada vez que termino de ver el programa siento la necesidad de tatuarme alguna parte del cuerpo, ya que los diseños vistos en el show superan la imaginación.

Hace poco tiempo me di cuenta que Miami Ink es mi nueva afición televisiva. Ahora apagaré el computador, prenderé la televisión y aceptaré la idea de estar todo el día lunes con sueño.

El programa lo exhibe el canal People&Arts, señal 58 en Vtr. El horario averígüenlo ustedes mismos.