martes, 6 de septiembre de 2005

El jardín de Tomás (segunda parte)

Amaya, al igual que las demás, no estaba enterada del cultivo de Tomás y por esa razón se sentía con todo el derecho de cautivarlo enfrente de todos. Cosa que él rehusaba y trataba de eludir. Ella nunca vio nada en él y él nunca vio nada en ella, aparte de los chistes, tragos y quizás un pequeño grado de amistad. Pero un día en la oficina se realizó una pequeña reunión de esparcimiento. Victoria no estaba y Aurora desconocía la existencia de sus dos flores enemigas pero en cambio, Amaya sí sabía de la historia que Tomás mantenía con Aurora, pero no en su totalidad. Como es clásico en nuestro superhéroe el alcohol fue su principal aliados, es por eso que al amparo de unos vasos la conversación se centralizó en Amaya. Ella hizo confesiones muy fuertes, cosa que él agradeció mucho, así se limitó sólo a escucharla y mirarla a los ojos. Creía que era hora de irse a casa, inmediatamente la muchacha siguió sus pasos dejaron así a los colegas disfrutar de la fiesta. Tenía pensado escoltarla al taxi, pero ella tenía en su mente rondando otra cosa. Sin mediación alguna Amaya tomó la iniciativa y besó a Tomás. Él ni tonto ni perezoso respondió el ósculo con mucha pasión. De esa forma la idea del carro amarillo con negro quedó atrás y ella sólo pensaba en ser germinada. Adolescentemente se besaban en la calle buscando los lugares donde a esa hora la luz artificial no quebrara la armonía de la oscuridad. Nuestra flor prefería la radiación humana que emanaba su jardinero, pero también prefería la comodidad de un macetero. Por eso después de un par de horas y demasiados besos y manoseos estaban frente a la puerta, besándose y manoseándose. Una noche increíble en donde Amaya demostró estar más fértil que nunca, distribuyendo la buena mano de su jardinero y el cómo la forma en que éste la debía podar. Al despertar besó su frente y escapó sigilosamente, no sin antes dejar un mensaje en la mesa de noche de su mujer. Obviamente Tomás no le dio mucha importancia a aquel espectacular encuentro, ya que Amaya era flor de otro jardín. Por eso prefirieron mantenerlo bajo el manto del invernadero sin que nadie de la oficina se enterara, tal cual como Tomás gusta. Pero la fiesta de navidad que organizan en el trabajo fue la espada que él sintió en su pecho. Nuevamente Victoria se ausentó del jolgorio lo que prendió los instintos carnales del hombre de la regadora. Pero ella no quería escapar y vivir su aventura en el anonimato. Tomás estaba acorralado y cómo es regla general en la oficina no comentar lo que sucede en dicha parranda desenfundó su regadora y acicaló a su nueva flor. Hace un par de meses nuevamente cayó en las manos de ese capullito, pero lo que no esperaba es que ella le propusiera ser regada por dos manos y habitar dos tierras. Es decir, le propuso sólo ser un amante. Guau!. Le estaban pagando con la misma moneda, pero él es fiel a sus principios y afirma que él puede ser compartido por muchas flores, pero nunca dejaría que sus plantitas fueran cuidadas por otra persona. Así que optó por no seguir con esa florcilla. No obstante, la mantiene en el terreno que colinda con su jardín y de vez en cuando deja caer sus aguas en aquel territorio cada vez que la situación lo amerite, pero sin ninguna posibilidad de que Amaya participe en el arcoiris floral de Tomás. Por otro lado se encuentra Julieta una pequeña rosa que adorna su jardín. Una mujer de cinco pétalos que revuelve la vida y capta la mirada del protagonista. Sus colores siempre fueron muy bien cuidados, como así también nunca dejados en el olvido. Pero él se mostraba frío, nunca dejaba abierta el agua caliente, la regaba con cariño claro está, pero la tibiedad de su liquido nunca se dejo caer encima. Así Julieta entendió que Tomás sólo era su gran amigo con ventaja, su gran compañero de cama, su gran eterno amante. El tiempo pasaba pero la química se mantenía vigente y él veía conforme cómo crecía el tallo de la relación que mantenía con su rosada flor. Pero esta flor también quería sentir unicidad, o dicho en otras palabras quería gozar sólo de la luz de su jardinero. Quizás no de él, pero aspiraba a convertirse en la flor de siete colores que tanto buscó Ángel, es decir ser el horizonte de algún buscador de flores especiales. Y ella sin duda es una flor exótica, que sin duda a veces puede ser muy adictiva, pero tal como una droga muy placentera. De todas maneras se sigue cuidando a esa planta y cada vez que la ve, la dedicación de cariño y las palabras bonitas para que crezca sana ruedan por la tierra.

Tiempo atrás Tomás tiró semillas de otra especie a su terreno, todavía no han visto la luz solar, pero de igual forma él las sigue regando cada vez que puede, cosa que ya ha ocurrido muchas veces, aunque sus ramitas no hay germinado. Y hace muy poco adquirió una semillita nueva que aún no lanza a la tierra ni complace con su riego. Está esperando el momento preciso para decidirse verla crecer y engrosar su lindo arreglo floral. Tomás siempre se hace la misma pregunta: “Si Doña flor tuvo dos maridos... ¿Por qué Don Tomás no puede tener su jardín lleno de flores?”. Así que las Auroras, Victorias, Amayas, Julietas, Pamelas y Paulinas seguirán embecelliendo su jardín, y sus próximas flores engrosaran la paleta de colores de nuestro pintor-jardinero.

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