
Borracho, muy borracho, cojo, sin plata, con frío, de madrugada, con sueño... igual llegué, y soloh !
¿Aquí hay que escribir algo interesante, divertido, ocurrente, filosófico, existencial u original?. Creo no cumplir el objetivo.
A pesar de que pueda odiarte, al punto de no querer ni siquiera divisarte… en el fondo sabes el cariño y el amor que siento por ti… y es que ese cariño va mas allá de un simple gesto de querer compartir mi tiempo y mis días contigo…también se trata de la complicidad que se ha generado entre tú y yo… de que juntos volvemos a ser niños, jugamos e imaginamos las más grandes historias. Contigo puedo jugar y juntos hacemos volar nuestra imaginación. Me dijiste: “soy el rey de las tonteras”, pero cada una de esas “tonteras” ha hecho que poco a poco me conquistes, como hoy cuando apareciste de la nada con una fresa y un chocolate… siempre rememorando nuestra historia… historia que hemos construido día a día… paso a paso… lentos… pero espero que sean seguros.
Sé que cuando me miras se nota que me quieres. Hasta cuando me miras con cierta cuota de odio tus ojos delatan el cariño que sientes por mí. Y eso se nota mucho más cuando te hablo y diriges tu mirada directo a la mía. Incluso, a veces las palabras están de más y nuestros ojos hablan por si solos. Los silencios hacen que nos compenetremos mucho más, porque no basta decir nada para que sepas todo lo que siento por ti. Eso me gusta. En cambio a ti te gustan otras cosas. Eres feliz cuando te consiento y te digo cosas lindas. “Dime algo lindo”, me dices cada vez que te digo que me voy a dormir. Pero yo prefiero ser la última voz que escuches antes de ir a dormir.
Después de una entretenida noche en el cumpleaños del papá de una amiga, nuestra borrachera, como es costumbre, nos hizo tomar una decisión equivocada. A lo largo de la celebración nuestros cuerpos se habían convertido en unos envases de alcohol, y para más remate, seguíamos bebiendo a destajo. La cosa es que estábamos varados en el interior de Pirque –donde no llega locomoción- y no teníamos cómo devolvernos a Puente Alto. Así que nos armamos de coraje y acordamos regresar a casa como simples peatones, eso si, con un litro y medio de ron cola en un linda botella de Coca-Cola.
Salimos de la entrada de la casa –un kilómetro como mínimo- y llegamos a la calle principal. Nuestra borrachera no nos hizo darnos cuenta que atrás nos seguía una camioneta de carabineros, por lo que los brindis con la botella de combinado eran de año nuevo en Valpo. Pero eso no les hizo gracia a los pacos. Repentinamente escuchamos la bocina y dijimos al unísono: cagamos. Los señores de verde se bajaron de su camioneta y nos pidieron nuestra cédulas de identidad. Mi estado etílico me condenó al fracaso, ya que fue imposible encontrar mi carnet y me subieron raudamente a la zapatilla. Pero los pacos fueron tan despistados como nosotros y no se dieron cuenta que subí conmigo el litro y medio de ron. Gordura no quiso quedarse solo en algún camino de Pirque y decidió asegurar que tampoco tenía carnet, así que al cabo de 1 minuto me hizo compañía. El trío de carabineros nos informó que nos llevarían a la comisaría de Puente Alto para consultar nuestro antecedentes. Nosotros felices, porque nos acercarían a nuestra respectivas moradas. El plan iba perfecto. Camino a casa, seguridad policial y tomándonos un roncito en la zapatilla de los pacos.
Nos fuimos a una plaza del barrio para bajar la cebada. Pero el exceso de alcohol nos pasó la cuenta y terminamos durmiendo en el pasto de la misma plaza. El viento perdió mi lindo jockey y el sol nos achurrascó.
Un brindis por ti Adolfita. Porque todavía creo en el amor.