domingo, 12 de octubre de 2008

Taxibineros de Chile

O8:00 AM. Pirque. Un botellón de ron. Millones de vasos de whisky. Frío. Sol Matutino.

Después de una entretenida noche en el cumpleaños del papá de una amiga, nuestra borrachera, como es costumbre, nos hizo tomar una decisión equivocada. A lo largo de la celebración nuestros cuerpos se habían convertido en unos envases de alcohol, y para más remate, seguíamos bebiendo a destajo. La cosa es que estábamos varados en el interior de Pirque –donde no llega locomoción- y no teníamos cómo devolvernos a Puente Alto. Así que nos armamos de coraje y acordamos regresar a casa como simples peatones, eso si, con un litro y medio de ron cola en un linda botella de Coca-Cola.

La odisea empezó mal. Mientras salíamos de la parcela de nuestra amiga, Gordo se las dio de Indiana Jones y quiso irse por unos matorrales. Lamentablemente su estado físico no lo acompañó, ya que terminó de bruces en el suelo al lado de un perro cabezón asesino. No importa. Eso no nos iba a amedrentar. Con una botella de alcohol todas las cosas se ven más claras.

Salimos de la entrada de la casa –un kilómetro como mínimo- y llegamos a la calle principal. Nuestra borrachera no nos hizo darnos cuenta que atrás nos seguía una camioneta de carabineros, por lo que los brindis con la botella de combinado eran de año nuevo en Valpo. Pero eso no les hizo gracia a los pacos. Repentinamente escuchamos la bocina y dijimos al unísono: cagamos. Los señores de verde se bajaron de su camioneta y nos pidieron nuestra cédulas de identidad. Mi estado etílico me condenó al fracaso, ya que fue imposible encontrar mi carnet y me subieron raudamente a la zapatilla. Pero los pacos fueron tan despistados como nosotros y no se dieron cuenta que subí conmigo el litro y medio de ron. Gordura no quiso quedarse solo en algún camino de Pirque y decidió asegurar que tampoco tenía carnet, así que al cabo de 1 minuto me hizo compañía. El trío de carabineros nos informó que nos llevarían a la comisaría de Puente Alto para consultar nuestro antecedentes. Nosotros felices, porque nos acercarían a nuestra respectivas moradas. El plan iba perfecto. Camino a casa, seguridad policial y tomándonos un roncito en la zapatilla de los pacos.

Luego de 20 minutos nos abren la puerta –con el ron escondidos entre las ropas- y nos bajan en la comisaría de Puente Alto. Pero sucedió algo inesperado. Nuevamente me pidieron el carnet y esta vez si lo encontré. Así que los pacos vieron mis antecedentes más limpios que mi conciencia y no tuvieron otra opción que dejarme en libertad. Guatón, en tanto, reconoció que tenía su cédula, revisaron sus papeles y también salió a la calle. Los pacos estaban ultra picados, ya que las hicieron de taxi y nos dejaron en nuestro querido Puente Alto. Con Guatón estábamos conformes y muy felices, así que decidimos seguir celebrando. Como eran las 10.00 AM los supermercados estaban abiertos y compramos unas cervezas.

Nos fuimos a una plaza del barrio para bajar la cebada. Pero el exceso de alcohol nos pasó la cuenta y terminamos durmiendo en el pasto de la misma plaza. El viento perdió mi lindo jockey y el sol nos achurrascó.

Fue el último carrete por nuestros barrios. Había que celebrar lo más callejero posible. Salud Guatón.

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