lunes, 17 de octubre de 2005

Sin verte

Con sólo 6 horas de sueño en casi 2 días mantengo una lucha férrea con el dormir. Morfeo baja mis párpados con toda su fuerza, mientras ellos resisten heroicamente a pesar de que la derrota se ve cada vez más cercana. La luz emanada desde la pantalla me ataca indiscriminadamente obviando cualquier pizca de condescendencia. Repentinas sacudidas de mi cuello me devuelven a la silla del computador y fugaces momentos retratan por enésima vez tu rostro en mi cabeza. Son esos pequeños lapsos de tiempo que me trasladan al paraíso de tus caricias convirtiendo en un infierno la venida al mundo de los lucidos pero que recuerdan la terrenalidad de tu existencia. Horas que deben ser aprovechadas en su totalidad, puesto que cada minuto es vital para contemplar tu belleza y el perder segundos de tu compañía sería un error difícil de perdonar. Las ventanas de mi alma ceden ante los designios del reloj biológico, se cierran y encierran en mi mente los momentos compartidos junto a ti. Instantes que tienen su cuota de sufrimiento cuando te veo partir, cuando tu silueta se pierde tras las rejas de tu castillo, cuando la princesa regresa a su reino y el plebeyo enciende el cigarro camino a casa. Una travesía que tiene por meta enclaustrarse bajo las sabanas y dormir pensando en ti. Comenzar un viaje al mundo de la ensoñación en donde la princesa recupera su reino y me mira desde el balcón solicitando mi compañía. Los ojos ya no aguantan más y ansían perderse en desiertos infinitos, territorios inhóspitos plagados con espejismos de tu sonrisa, oasis milagrosos con la forma de tu cuerpo. Despierto nuevamente y veo letras. Respiro tranquilo sabiendo que no eres sólo un sueño, que te puedo ver, tocar, sentir, oler y escuchar. Que no eres una alucinación provocada por la soledad, sino más bien eres la compañera del siervo de la gleba perdido en el desierto. Apareces y desapareces cuando cierro y abro mis ojos, te paseas con toda tranquilidad por los rincones inexplorados de mis pensamientos, colonizas tierras salvajes que ninguna mujer descubrió antes, clavas la bandera del instinto en mi pensar. Los bostezos se repiten incesantemente quebrando el silencio del tecleo, rompiendo las palabras desparramadas sobre el monitor, desencajando oraciones inspiradas por ti. Te veo hasta cuando no estás, pero el no sentir tu presencia física a mi lado me hace daño. Lo único bueno de extrañarte es que te recuerdo segundo a segundo, milésimas que se hacen eternas cuando cierras la puerta. Antes de tomar el autobús al planeta de los sueños, me voy a negro y pienso en ti, serás la última imagen antes de dormir y la primera al despertar. Ahora Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda captaran mi atención, pero antes de reposar sobre mi almohada de nuevo te recordaré.

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