miércoles, 5 de octubre de 2005

Humo húmedo

Ahora mismo debería estar escribiendo el reportaje y la editorial que debo para interpretativo y opinión, o quizás debería estar en la calle sacando las 15 fotos que me faltan por entregar, pero no, estoy sentado mirando cara a cara la hoja en blanco de word. No tengo ganas de escribir, por lo menos para la U, de hecho ahora mismo iré a disfrutar de un buen cigarro.

-pausa de al menos 10 minutos-

Apoyado contra la ventana del living de mi casa aspiro con satisfacción cada bocanada de mi cigarro. Miro hacia afuera y recuerdo la lluvia del día anterior. También rememoro con nostalgia las opacas nubes nocturnas que cubrían mi ciudad, nubes grises que se tornan diferentes según las horas del día. Cuando ocultan el sol esas figuras de algodón aéreas invitan a la reflexión y al sentimentalismo, te gritan a los cuatro vientos que debes tomar un cigarro y beber un café –té en su defecto-; en cambio cuando la luna se ve tapada por las figuras del cielo la noche se vuelve triste y melancólica, la alegría de las estrellas se transforma en una pena gris. Evoco el agua que caía por e l vidrio, nuevamente escucho el sonido de las gotas cayendo en los charcos formados por ella misma, las hojas del árbol que se abastecen con el caer del agua escalonada, el percibir como el césped se hidrata y goza con la lluvia. Puede que sea la última lluvia del año, el aguacero final que el tiempo nos regalará, porque ya es hora de que predominen los rayos solares y se escapen por meses esas nubes esponjosas que nos nutren en invierno.
Esos goterones que caen como una sinfonía sobre las calles ordenados al ritmo de un compás perfecto, son esos mismos que resuenan en nuestra vista y nos hace partícipe de una melodía donada por la naturaleza. El humo del cigarro se pierde bajo el agua que baja copiosamente, se desvanece de forma rápida en el ambiente dominado por la humedad. Mientras que las cenizas desaparecen apenas tocan el suelo mojado, reduciendo su existencia al tiempo de separación del cigarro con el piso. Obnubilado por los goterones el humo se atraganta en mi garganta, como diría Cortázar: “quiero vomitar esos conejitos”. Una desesperación que se esfuma al instante en que el cigarro toca mis labios carentes de nicotina. Hay que aprovechar de observar la última lluvia del año, pasaran meses antes que veamos como recibimos nuevamente agua del cielo, es obligación sacar la mano a la intemperie para ser bendecido con el liquido natural. Ves como llueve, pero también observas como la llama roja se acerca a tus dedos, como tus pulmones se encargan de asesinar al cigarro, como el humo de ese cigarro asesina a tus pulmones. Ahora apretaron “mute” ya que sólo escuchas como se quema el papel de tu cancerigeno, el golpe del agua contra el techo carece de sonido, puesto que miras cautivo la agonía de tu belmont. Una osada gota trata de apaciguar el sufrimiento de tu cigarro, pero de forma hábil eludes el ataque de la lluvia oxigenando los últimos momentos de la vida del pucho. Tú quieres ser el homicida. Un delito sin mayores consecuencias –sólo a tu salud- que permanecerá impune hasta el momento en que tu cuerpo comience a pasar la cuenta. La aspirada final será el tiro de gracia concedido en el paredón, quizás la aspirada más disfrutada –a excepción de la primera- del crimen. Sólo queda enterrar el cuerpo del delito, usualmente tu zapatilla actúa como sepulturera, pero esta vez el occiso será devorado por las fauces de la última lluvia del año.

1 comentario:

urbano.serg dijo...

listo...cambiada...oye si quieres poner una foto...avisame...ok...jajaja sorry por bajarte el perfil...

ahi te vezz...