sábado, 4 de junio de 2005

Reflejos

Cuando sacas tu ropa la sombra de tu silueta se refleja en la pared. En ese instante el muro de concreto toma otra relevancia y se hace poseedor de una imagen que muchos quisieran tener. El color negro de tu sombra se contrapone a la alegría de mi rostro al contemplar la forma que descansará en mis manos. Observo y me rio cuando veo los movimientos paseandose por la muralla ya sea el jugueteo coqueto de tus caderas y la manera en como se mueven tus pechos. Tu pelo con un dejo de pudor intenta ocultar la majestuosidad de tu cuerpo, pero las ganas de que sea visto por mis ojos hacen imposible su misión. La sombra no para de moverse y el constante coqueteo con mi mirada hace que la ansiedad alcanze límites insospechados. Miro como la silueta pasa por sobre cuadros e imperfecciones naturales de la pared opacando a éstas por completo. Todo pasa a un segundo plano y los colores con los que me esmere en decorar la habitación se pierden en esa oscuridad cautivadora haciendo del negro una de las tonalidades más luminosas de la paleta. Intentas tocarme pero el cerrojo que te ha impuesto el haz de luz impide el contacto, así la frontera de lo tactil y lo observable olvidan sus limtaciones. El mantener la luz apagada se vuelve una tortura, mientras la sombra pide que no la condenen a perderse cuando la opacidad de la pieza desaparezca. El pulgar en un acto instintivo alcanza el interruptor no dejando despedirme de esa imagen sin rostro.

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