miércoles, 22 de junio de 2005

Al otro lado III

El entrar adonde se encuentra el muerto me sitúa en una situación indecorosa, pero paso raudo por el lado del cajón sin ni siquiera doblar la vista. Mantengo la mirada fija y mi cuello no sufre movimiento alguno. Llego a una sala donde hay distintos personajes, entre los que destacan la viuda, una señora baja, media gordita que al parecer aplaca su pena preocupandose de la comodidad de los demás; también se puede observar a la sobrina de mi amigo, esa muchachita que hace años gozaba de un fisico espectacular pero que ahora se ha dejado estar; uno de los yernos del finado se encontraba dormitando en un sillón, estaba casi apernado como si ese lugar fuera su posible cama; y otros personajes que no pude reconocer. Apenas hago ingreso a la sala me ofrecen consomé de pollo, obviamente me negue por mi oposición al consumo de animales, ante tal negativa surje la alternativa del café, cosa que también rechazé por creer que la cafeína a la larga daña tu cuerpo. Mi papá dice: "No... si este cabro es complicado". Preferí guardar silencio. Fueron momentos en los cuales me sentía solo, porque mis padres conversaban con otras personas y yo sólo me limitaba a observar las escenas. No sé cómo nació la conversación sobre mi pelo. Escuchando: "El Diego que tiene el pelo largo. ¿No se lo peina?". De inmediato me sumo al debate sobre mi situación capilar y digo: "No. Porque me da flojera". "¿Pero igual te lo lavas?", replica una jóvenzuela. A lo que contesto: "Obvio que si. Lo que pasa es que no me peino no más". Intuía que iba a responder la pregunta de rigor y escucho: "¿Ténis piojos?". "Si. Los quiere ver" dije causando una mirada de rechazo en la inquisidora, a lo que agregue: "No mentira. No tengo piojos. Si me lavo el pelo... como dije antes las cosa es que no me peino y por eso se ve enredado". Fin de la conversación capilar. Todos tomando café y comiendo consomé, y yo comenzando a bostezar. Miraba la hora pensando que no iba a llegar a mi casa a ver Sex&The City y que iba dormir súper poco, ya que al otro día tenía que levantarme muy temprano. Hasta que el benefactor de espermatozoides, o sea mi papá me dice: "Ya. Nos vamos en 15 minutos más". Bacán pensé. El ambiente ya me estaba desgastando y el sueño ganaba la batalla por mantenerme despierto. Voy a aprovechar de fumar el último cigarro, así me ahorro también la ceremonia de despedida y enfilo hacía la calle. Nuevamente veo que mi papá me secunda en la travesía. Sólo me despedí de mi amigo sin decir ninguna palabra de aliento. No sirvo para estas cosas. Con el auto casi blanco nos dirigimos a nuestra casa comentando la situación del velorio. Y yo advertía que mañana no podía ir al entierro porque tenía clases a esa hora. Mi papá tenía que trabajar, asi que mi mamá iría como embajadora de nuestra familia. Llego a casa y si alcanze a ver un capítulo de mi serie dominical nocturna. Fueron unas horas extrañas, hace tiempo que no iba a un velorio.

No hay comentarios.: