martes, 16 de septiembre de 2008

D



No sé por qué esta canción hace que me acuerde de ella. Quizás la escuché la tarde que la conocí, puede que la haya oído cuando la fui a dejar y me devolví a mi casa, capaz que algún auto la tenía sintonizada mientras nos besabamos por primera vez. No lo sé. Lo único que tengo claro es que cada vez que escucho la canción ella viene de inmediato a mi memoria.

Me caía mal y era muy pesada. Creo que por eso me gustaba. Venía saliendo de una relación y ella fue la mujer perfecta para empezar de nuevo. Pero existía un inconveniente. Ella pololeaba. Sin embargo, eso no le importó cuando me pidió que la acompañara a comprar más cervezas, ya que luego de dos cuadras y antes de llegar a la botillería nos besamos. Según lo que me dijo estabamos muy cerca de la casa de su pololo. Yo no estaba ni ahí. Supongo que ella tampoco por la forma en que me daba besos.

Era un carrete de domingo en la tarde. Un amigo se había quedado solo y no tuvo mejor idea que invitar a unas chiquillas y a nosotros para bajar unas cervezas. Apenas la vi me gustó. Lo mismo pensó otro de mis amigos. Mi supuesto contricante tiró toda la carne a la parrilla y la chiquilla en cuestión no lo pescó. Yo, por mi parte, no le dí mayor importancia, salvo, unas tallas que le tiré.

Cuando mi amigo escuchó que ella me pidió a mi que la acompañara a comprar más cervezas, supo que su batalla ya estaba perdida. No iba a pelear en vano y sacrificar toda su artillería, cuando la conquista la había ganado otro general.

Nos besamos. Fue rico. Daba unos besos increíbles. Siempre recuerdo su forma de besar. De hecho, era una de las cosas que más me gustaba de ella. A lo que se sumaba su cara de enojona, su pésimo caracter y su fácil manera de hacerla enrabiar. Me encantaba cuando la hacía enojar.

Pero ella tenía pololo. Nuevamente me teñía los pies con barro. Nos teníamos que ver a escondidas. Y lo más divertido es que nos escondíamos en una iglesia y "pecabamos" ante los ojos de Jesús en la cruz. Él veía cuando yo la tocaba.

Un día me dijo que iba a terminar con su novio si yo le prometía estabilidad. No me gusta prometer cosas que no puedo cumplir. Quiso continuar con su estable pololeo, mientras que yo atiné con una conocida de ella. Perdón, no fue de mala onda. La chiquilla se me tiró al dulce y caché de una que la cabra no era diabética. A los dos días la pesaita' me llamó para que nos juntaramos a conversar. Obviamente accedí de inmediato. Sabía que había atinado con una chiquilla que ella conocía y lo asumí sin mayor culpas. Me dijo que no le podía hacer eso si recién hace un día que no estabamos juntos. Le repliqué que nunca estuvimos juntos. Ella se paró y me dejó hablando solo. Fue la última vez que la ví....

hasta hoy. Cuando llegué al andén la ví después de muchos años. Como era de suponer seguía con cara de enojada, bellamente enojada. No le hablé, a pesar de que todavía estaba bastante rica. Me cambié de vagón, saqué mi Ipod y busqué "All'n my Grill". Puse Play y me acordé de todo lo que acabo de escribir.

Un beso D.
(aunque haya preferido cambiarme de vagón)

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