lunes, 11 de febrero de 2008

Casi Diego, casi muero

Me atropellaron. Entonces podríamos decir que estoy atropellado. Nunca me habían atropellado, salvo una vez que Pelaes -mi papá- pasó la rueda del auto por sobre mi pie. Pero fuera de eso era un transeúnte con suerte. Hasta que vi venir el auto blanco encima de mi.

Domingo por la noche. Por lo general salgo a correr en las mañanas, ya que me despierto con energía y aprovecho más el día. Pero como es común de los fines de semana, el trote se desplaza a las noches debido a que en la hora matutina sigo borracho.

Ayer me puse los audífonos y me dispuse a correr los 60 minutos de mi plan de entrenamiento. Mi rutina me llevó por el mismo camino que sigo casi todos los días, ya que conozco las calles, los agujeros, las veredas malas, los perros que se transformaron en mis amigos, etc. Sin embargo, esa confianza en la ruta me jugó una mala pasada.

Parece que el destino quería que muriera escuchando buena música. Violadores del Verso en mis oídos sonaba cuando ocurrió el accidente. Una pequeña calle que daba con Nonato Coo casi se convierte en el lugar de la animita de Zonoro. Como es costumbre crucé tranquilo, puesto que yo tenía la preferencia, pero esta vez algo cambió radicalmente mis planes.

De un momento a otro veo un auto blanco que se aproxima raudo a mis piernas que comenzaban a frenar. El parachoques a centímetros de mi cuerpo y lo primero que atino es a saltar encima del capó del auto. Menos mal que el conductor venía frenando y con la detención del vehículo no me caí del capó.

Luego del susto, mio y del conductor, me bajé de encima de auto y acudí a la ventanilla del chofer. Lo increpé y no lo dejé bajarse del auto, golpeándole su puerta e impidiendo su paso. No le quise pegar a él, porque era un vieja con anteojos y estaba, quizás, más nervioso que yo. A lo único que lo obligué fue a que reconociera su culpa y tuviera más cuidado a la hora de manejar. Por mi parte, cuando el conductor asumió su error, me puse los audífonos y seguí corriendo los 50 minutos restantes. Claro.. mucho más atento a la jugada. Porque como diría el título del libro: Casi Diego, casi muero.

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