miércoles, 19 de septiembre de 2007

Carne fresca

La idea original era ver a La Cubanacan, emborracharnos con tequila y el after hour con dos chiquillas en mi casa. De hecho, antes de salir compramos una dosis extra de copete para no tener que buscar alcohol a eso de las 07.00.

Partimos, medio ebrios, a ver al grupo sandunguero. Sin embargo, todo el plan original se fue al tacho de la basura de un momento a otro. No logramos entrar al local donde se presentaría la banda tropical, ni mucho menos nos embriagamos con el trago mexicano a un bajo precio. Pero obviamente no nos quedaríamos con las ganas de continuar con la eterna fiesta patriótica. Un Varadero caído del cielo nos dotó de la energía necesaria que perdimos cuando nos no logramos entrar a ver a La Cubanacan.

La pregunta no era: ¿Qué hacemos?. La pregunta era: ¿Adónde vamos?. “Vamos a las fondas de las Vizcachas”, dijo Dj. Oh. “A todo morris con Chuck Norris”, respondí. Después de tomarnos en ron que San 18 nos regaló tomamos un taxi para dirigirnos a las fonda del sector semi-rural, antes de entrar a algún sucucho a “rescatar” y seguir emborrachándonos.


No obstante, la cantidad de alcohol después de cuatro días nos pasó la cuenta. Ya que los dolores estomacales empezaron a atacar cada vez con más fuerza después de hacer el recorrido por las fondas. Si a eso se suman unos anticuchos y chorillanas que bajamos en alguna ramada. Incluso, los retorcijones fueron posteriores a nuestro periplo por los aburridos bares del sector. De todas formas, las molestias me obligaron a traspasar una reja de un potrero para encontrar solución al asunto. Y aquí comienza la verdadera historia.


Luego de salir del paso de los problemas estomacales y sumamente ebrio, escucho el mugido de una vaca. La idea de convertir a ese animal en un rico asado para 100 personas comenzó a invadir mi cabeza. De inmediato le avisé a Oh de mi hallazgo en aquel sitio eriazo. En tono de broma dije: “¿Y si la llevamos al asado de las ratas?”. No había pasado un segundo cuando mi compañero ya tenía atrapada a la vaca. A partir de ese momento supe que la cosa se venía seria.


Para cometer el ilícito debíamos alejar al animal del sector que nos podría inculpar. Por lo tanto, trasladamos al vacuno a un potrero aledaño a su ubicación inicial. Fue ahí cuando decidimos que tendríamos que acabar con la vida del animal para poder faenarlo y disfrutar de un abundante asado. Eran nuestros inicios en la carrera de cuatreros. Con la vaca lejos de su territorio acordamos que era hora de asesinar impunemente al animal.


Aunque el instinto de la vida de la vaca afloró, porque cuando estábamos dispuestos a matarla se nos puso chucara. Ahí fuimos nosotros los que temimos por nuestra seguridad y optamos por defender de un posible ataque vacuno. Pescamos los primeros palos que encontramos en el suelo y comenzamos a golpear al animal, hasta lograr tranquilizarlo. De hecho, apostaría que la logramos domesticar gracias a la violencia y autodefensa, porque al rato estábamos apoyados en el cuerpo de nuestra nueva mascota pensando en como asesinarla.


La inexperiencia de ambos en homicidios vacunos nos tenía en una gran encrucijada. Optamos por el camino bruto y fuimos a buscar los palos de una cerca para golpearla en la cabeza. Con la sangre fría de un asesino comenzamos a llevar a cabo el delito animal. Ni siquiera los ojos brillantes de la vaca calmaron nuestras ansías por tener un asado de proporciones bíblicas. Y fue Oh quién dio el primer palo a la cabeza de animal. Un golpe inicial que ni siquiera la inmutó. La fuerza de la vaca me sacó de mis casillas al punto de querer matarla en ese preciso instante. Pero nuestros continuos golpes no sirvieron de nada. Veía como Oh saltaba, tomaba vuelo, corría, buscaba palos más gruesos pero nada de eso lograba tumbar al vacuno. Por mi parte, le seguía golpeando su cabeza.


Si bien no logramos darle muerte al animal, su equilibrio ya no era el mismo. Porque mientras la trasladamos se notaba un leve vaivén en su caminar. Eso quiere decir que de alguna u otra forma los golpes en la cabeza la dejaron media aturdida. Al no poder asesinarla decidimos esconder nuestra mascota para volver sin alcohol en el cuerpo y con la cabeza fría.


La amarramos en unos matorrales para esconderla y regresar con un experto faenador. Y sino,. nos pueden acusar de violencia animal.

1 comentario:

Anónimo dijo...

jajajajaja la cagai... q cruel eresh!