miércoles, 10 de agosto de 2005

Casa del terror. Segundo tramo

Ya aceptado en el pequeño circulo familiar debes tratar de mantener esa imagen celestial y de yerno modelo. Ser querible por todos los componente familiares, desde el papá gruñón y sobreprotector hasta el tío bueno para la talla. Esa es la meta más próxima a cumplir. Aguantar todos esos chistes pasados de moda que el hermano de tu suegra dispara sin gotas de compasión; soportar los constantes juegos del hermanito de tu novia, ayudarle a hacer sus tareas, acompañarlo a comprar y mirar con entusiasmo sus cuadernos de colegio; disimular a la perfección lo mal que te cae el hermano mayor y escuchar el cómo debes cuidar a su hermanita. Él es un tipo que nunca puede enterarse de tu pasado (y presente digámoslo) libidinoso, aunque después de un par de meses su hermana pase a un segundo plano y compartas largas noche de alcohol junto a tu cuñado. El comer por primera vez con la familia completa de tu chiquilla es uno de los obstáculos más difíciles que nos pone esta vida. “Ya... está servido”, dice tu adorable suegra. Tienen que saber de inmediato que tus modales son extraídos del Manual de Carreño, por eso hay que demostrar tu higiene. “Permiso... voy a pasar a lavarme las manos antes de sentarme”, dices con tu gran voz varonil, a pesar de que en tu puta vida lo has hecho. Es más, si te pica un glúteo y estás solo te lo rascas con total entusiasmo y fácilmente después vas y tomas una manzana a pesar de tener tu mano con olores anales. Ni ahí. Te lavas tus manos, que nunca habías tenido tan limpias, y te dispones a sentarte en la mesa. Ves como llega el plato a tu pequeño metro cuadrado y observas con asco el gran pedazo de carne que tienes enfrente. “¿Por qué chucha no les dije antes que soy vegetariano”. “¿Cómo cresta se los digo”?. Piensas con una gran sonrisa en la boca. Te das cuenta que tu polola no quiere tirarte el salvavidas, pero démosle el beneficio de la duda, quizás no se acuerda. De igual forma comes, pero sin tocar en lo más mínimo el animal muerto que yace en tu plato. Y para peor suerte, en la mesa abundan los vegetales cocidos, justo como no te gustan. “No tiene mucha hambre”, dice tu cuñado. A lo que afirmas: “No. Es que acabo de comer en casa”. Llegó la hora de los bebestibles. De reojo observas que hay bebidas y vino. Piensas: “Si pido bebida, voy a quedar como niñito bueno e ideal. Pero si no tomo vino, puedo perder una oportunidad dorada de entablar algún vínculo con el capo de la familia”. Decides aceptar bebida, pero si tu suegro te invita a acompañarlo a beber la sangre de dios, acéptalo con timidez. Pero nunca olvides de decir: “Ya. Pero un poco no más. Es que no estoy muy acostumbrado a tomar”.

Ya superado el obstáculo de la cena, se aproxima la sobremesa. Esa conversación que algunas familias suelen tener después de engullir su alimento. Maldición, esta familiar si tiene esa costumbre. Si te paras a fumar tu tradicional cigarro, les harás un desaire al clan. Lamentablemente te dan ganas de ir al baño, pero esta vez no es para ir a lavarte las mano, sino más bien para descargar tu vejiga de tanta orina. El baño no está tan lejos del comedor, por lo tanto el ruido del chorro de pichi a la taza del inodoro puede ser una vergüenza de proporciones bíblicas. A eso se suma tu gran potencia y la máxima presión de tu pene, similar a una manguera de bomberos. Por eso no puedes descargar tu cuerpo de forma sutil. ¿Qué haces?. Hay tres opciones. La primera es dejar correr de forma descarada la llave del lavamanos, así quizás escuchen el cómo cae el agua por las tuberías y tu meado puede pasar sin pena ni gloria. Tiene su contra, ya que pueden pensar “¿por qué no cierra la llave este desgraciado? ¿se estará duchando el muy weon?”. Lo segundo es dirigir tu chorro de orina exclusivamente a las paredes del w.c., de esta forma el impacto de tu pichi con el agua se puede apaciguar con un filtro de loza. Acá debes tener buena puntería, porque si no aciertas en las paredes lo más probable es que orines fuera de la taza del baño ensuciando todo el cuarto. Y eso es mucho peor a que te escuchen. Si ya eres un discípulo de James Bond, y quieres sacar a relucir todo tus dotes de agente encubierto la tercera opción es la tuya. En esta posibilidad debes buscar el papel higiénico y cortar muchos cuadraditos por el prepicado que el rollo tiene. Posteriormente, con la sangre fría de un médico, los debes ordenar cuidadosamente encima del agua del inodoro. Dejarlos caer suavemente hasta tapar complemente el liquido y formar una capa de confort para apaciguar el sonido del chorro de pichi. Así meas encima de la capa de papel higiénico y no encima del agua. Ya si eres muy cuidadoso combina las tres posibilidades. Ojalá que mientras estés haciendo tus necesidades no se te escape un peo, porque ya no hay nada que te pueda salvar.

No hay comentarios.: