
En su periplo también conoce el lado de la fama. Una fama que viene acompañada de mujeres. Féminas que se entregan en cuerpo y alma a los cantantes. Es decir, groupies.
Mi labor periodística me ha llevado a estar muy cerca del ambiente musical. He visto de cerca la visita de grandes exponentes del rap a nuestro país. Y también he visto cómo las mismas caras se repiten ante la venida de determinado artista.
Es que las groupies no pueden faltar. Los productores de eventos tienen que hacer sentir de la mejor manera posible a los mc’s, y para ello, recurren a ese ramillete de flores que están dispuestas a adornar los camarines, y en algunos casos, las habitaciones de los cantantes.

Ellas, por su parte, se sienten importantes. Se sienten queridas y creen que son una preocupación del artista. Cámara en mano tratan de inmortalizar el momento para subirlo a su fotolog, facebook, flickr o guardarlo dentro de su disco duro. Pero no tienen la más mínima idea. Conversando con un importante artista extranjero me contó que solo las ven como un pedazo de carne, como un instrumento sexual momentáneo, como un souvenir del país de turno. No se preocupan de su nombre, acaso les gusta su música, ya que solo les interesa que muestren sus pechos o les realicen sexo oral.
Dentro de la escena nacional estas féminas se repiten. Pero no soy nadie para dar nombres, por que ellas ya están bastante peluditas para saber donde se meten (y lo que se meten en la boca).
Obviamente son necesarias. Los que de verdad disfrutamos la música queremos que el artista dé todo lo que tiene sobre el escenario. Y si una chiquilla, por mero placer de estar con alguien famoso lo hace, mucho mejor.
Es casi seguro que en estos momentos, estas mujeres están en el camerino de Xzibit y más de alguna tenga la gentileza de acompañarlo a su hotel. Pero bueno, si el nigga se mandó el show de su vida, todos los que fueron a verlo también agradézcanle la groupie.
Larga vida a las groupies.